Soltar o no soltar…. Es esa la cuestión??
Y si le suelto y no vuelve?
Y si le atropellan?
Y si…?
Claro, si no queremos sufrir ni que le pase nada a nuestro perro, lo mejor sin duda es llevarle siempre atado…. bueno, y cruzar los dedos para que no se nos acerque ningún perro suelto o para que no nos pase nada mientras paseamos!
Pero yo me pregunto… Y el perro? Será feliz así, yendo siempre atado a nosotros por una correa a menudo demasiado corta??
Yo creo que no. Y además lo creo firmemente. Lo aprendí de mi galga Lluna, otra de mis grandes maestras.
Lluna era una galga con un afán exagerado de libertad. Hasta el punto de que si por cualquier motivo no la podía dejar suelta durante tres días empezaba a notar cómo se marchitaba por dentro, como una flor… Y claro, cuando por fin la soltaba sabía que tendría que armarme de paciencia hasta que volviera, pues tenía que descargar la energía que había acumulado dentro.
Trabajé la llamada con premios cada vez más suculentos, con silbido, con correa larga, escondiéndome, yendo a clases de obediencia… Pero claro, había una llamada más poderosa que la mía: la de su libertad.
Yo quería mucho a mi galga. Mucho! Al principio me costó aceptarla como era. Me frustraba (recordáis el artículo anterior??). A veces incluso esperándola allí en medio del bosque gritaba en voz alta “Vale! Pues no vuelvas! No me importa!”…
Y ella siempre volvía, claro que volvía!! Respirando con fuerza, con los ojos brillantes y medio palmo de lengua fuera.
Yo la miraba mientras se acercaba… y empezaba a sonreír yo también.
Cuando pienso en Lluna y en este tema siempre me viene a la cabeza una frase de una canción de Sting que dice: “If you love somebody set them free”. Si quieres a alguien, déjale libre.
Mi galga necesitaba sus momentos de libertad y aventura. Yo lo sabía y me esforzaba por dárselos. Más de una vez dije a los que pensaban que era peligroso soltarla: prefiero arriesgarme a tener un susto a no soltarla nunca y que viva una vida a medias. Vale, es una fase un poco dramática, pero el sentido se entiende, no?
Dicho esto, ahora no nos lancemos todos como locos a soltar a nuestros perros aventureros sin pensar, eh!!
Vamos a buscar los lugares y los momentos adecuados. Lugares donde no haya peligros (carreteras, coches, motos, elementos peligrosos, etc…) y momentos en los que no tengamos mucha prisa. Llevemos premios buenos para darle cuando se nos acerque, que eso siempre ayuda.
Es evidente que tenemos que trabajar la llamada, sin duda. Pero para mi es más importante trabajar el vínculo, que es la “correa” más poderosa que nos une a nuestro perro. Y el vínculo se trabaja CADA DÍA con respeto, entendimiento, aceptación… y confianza mutua.
A menudo con los clientes que tienen miedo a soltar a su cachorro (los hay), una vez hemos empezado a trabajar el vínculo y entrenado un poco la llamada, un día vamos juntos al bosque y le soltamos. Los propietarios al principio se quedan con el corazón encogido, pero pronto ven que el cachorro vuelve…y poco a poco se van relajando.
Hace poco recibí el mensaje de la dueña de Daina, una espectacular podenquita (la de la foto), que me decía: “Esta tarde Daina ha podido disfrutar del paseo por el bosque. Un espíritu libre que corría, saltaba, se escondía… Una pasada!! Que feliz ha sido!! Gracias por todo!!!”.